Con ceremonias oficiales, misas, un megasimulacro y protestas, los mexicanos recuerdan aún conmocionados los devastadores sismos que han golpeado al centro del país el 19 de septiembre: el de 2017, con 369 muertos, y el de 1985, con más de 10.000.

La jornada en recuerdo de las víctimas comenzó en el Zócalo (plaza central) de Ciudad de México, con una ceremonia a las 07H19 (12H19 GMT), el momento en que en 1985 un terremoto de 8,1 grados dejó en ruinas amplios sectores de la capital.

Al alba, militares salieron del Palacio Nacional para izar una monumental bandera mexicana, un homenaje que se repite desde hace tres décadas, y al que asistió el presidente Enrique Peña Nieto.

Simultáneamente, a menos de cinco kilómetros, se ofició una misa en el sitio donde hace 33 años, un edificio de 15 pisos de alto y 288 departamentos, se desplomó convirtiéndose en tumba de sus cientos de habitantes.

"El enorme edificio comenzó a bailar, a hacerse pedazos, los vidrios se nos clavaron en el cuerpo. Ya no sentíamos dolor, ni tampoco esperanza", relató Fernando López Padilla, sobreviviente de 67 años y sin hogar propio desde entonces.

Con la tragedia de 1985, multitudes de mexicanos se convirtieron en improvisados rescatistas ante un gobierno superado por la catástrofe. De esa epopeya cívica surgió el grupo de voluntarios conocido como Los Topos.

"Ninguno de los compañeros nos conocíamos, todos veníamos de distintos puntos de la ciudad. Aquí fue donde empezamos a trabajar", dijo a la AFP Luis Arturo Vázquez, de 58 años e integrante del célebre grupo.

Aquella tragedia llevó a desarrollar mecanismos de protección civil, como megasimulacros y una alerta sísmica que da al centro del país hasta un minuto de tiempo para ponerse a salvo de terremotos con epicentro en el Pacífico.

Desde 2015, cuando el atronador sonido de la alerta es replicado por más de 8.000 altavoces en la capital, se inicia el vasto simulacro en el que se desalojan edificios públicos y privados.

"Estamos invitando a toda la ciudadanía a levantar nuestro puño en signo de unidad", dijo días atrás el director de Protección Civil nacional, Luis Felipe Puente, al convocar a participar en la maniobra que empezará a las 13H16 (18H16 GMT) tras guardar un minuto de silencio por las víctimas de 2017.

El puño en alto se convirtió en símbolo de la tragedia. Era la señal con la que los rescatistas pedían silencio para poder escuchar señales de vida entre los escombros.

- Terremoto real -
En 2017 el simulacro empezó a las 11H00 (16H00 GMT). Dos horas y 14 minutos después, el centro del país fue sacudido por un terremoto real, de 7,1 grados y cuyo epicentro fue en una zona poco habitual, a sólo 120 km de la capital.

Esa vez el sistema de alerta, cuya señal debe adelantarse en una auténtica carrera contra las ondas telúricas y que funciona idealmente con terremotos del Pacífico, no pudo ganarle. Tras la primera sacudida, retronó "alerta sísmica".

Sin tiempo para desalojarlos, decenas de edificios colapsaron por completo y centenares más quedaron dañados.

La sacudida no fue la única causa de la tragedia, contribuyó también la voracidad de las constructoras y la corrupción de autoridades, que no vigilaron el estricto reglamento de construcción adoptado después de 1985.

Al menos dos edificios de apartamentos estrenados en 2017 se vinieron abajo, lo mismo que construcciones ya viejas con pisos añadidos ilegalmente.

"No hay manera de entender qué pasó en Ciudad de México si no es la corrupción", denuncia Daniel Lizárraga, de la organización Mexicanos Contra la Corrupción.

- Misas y protestas -
El colegio privado Enrique Rébsamen se convirtió en epicentro de la tragedia y la corrupción. Ahí murieron 19 niños y siete adultos.

Una sección del colegio se desplomó como resultado, según peritos, del peso de un departamento que la dueña de la escuela, prófuga de la justicia, construyó sobre aulas de clase con permisos irregulares.

Este miércoles, deudos de las víctimas del Rébsamen realizarán una misa en recuerdo de los pequeños y los adultos.

También en el sur, los damnificados de la unidad habitacional Tlalpan, que siguen a la espera de la reconstrucción de sus viviendas -un centenar aún vive en un improvisado campamento- homenajearán a las víctimas.

Los vecinos de este conjunto estrenado en 1957 marcharán hacia el Zócalo para reclamar que se cumplan los compromisos de apoyo a los damnificados pues temen que la nueva alcaldesa, que asume el 5 de diciembre, revise cada caso como ha advertido.

"La sensibilidad de los gobiernos, tanto del que se va como el que viene, debe estar a la altura de las circunstancias, respetando los acuerdos", demanda Héctor Toledo, ingeniero civil de 40 años y representante de la unidad habitacional.